Uno
de los pecados que muy frecuentemente cometemos contra nuestra felicidad, es la
desconfianza y el temor a los azares de la vida, la cual puede llegar a ser
extremadamente impredecible. Es muy probable que a mis treinta años -- con una
vida profesional hecha, una familia felizmente constituida y unida y una total
confianza en mi futuro desarrollo personal—si alguien me hubiera dicho que
tendría que recomenzar a construir mi vida a los 66 años en un país ajeno, no lo
hubiera creído. Sin embargo, así es, y como “no se puede llorar sobre la leche
derramada”, no ha quedado otra alternativa que enfrentarnos a ese gran reto,
con el mayor arresto posible, y reconstruir nuestra felicidad desde ese nuevo
comienzo.
La
capacidad de enfrentar los retos, azares o problemas de la vida, ha sido
definida como “resiliencia”, aunque también se pueden utilizar términos menos
académicos como resistencia o adaptación.
La resiliencia supone la habilidad de comprender que de un resultado en
principio negativo, se pueden derivar un grupo de consecuencias positivas. De
acuerdo con el criterio de W. Blake, “la alegría y la aflicción están bien
entrelazadas”, así que sólo es cuestión de que seamos capaces de analizar
cualquier contratiempo o resultado negativo para derivar las consecuencias
positivas que se derivan del mismo.
Por
desgracia, la mayoría de nosotros obvia tales criterios y sólo busca la
felicidad en los resultados, sin tener en cuenta que esta nociva tendencia lo
enfrenta al riesgo de no sentirse feliz nuevamente y una disminución
significativa de su voluntad para proponerse y perseguir el logro de nuevas
metas. Quien así actúa, no toma en consideración un hecho ampliamente probado
por investigaciones especializadas: la
mayor cuota de felicidad no radica en el resultado sino en el proceso. Las
personas son mucho más felices cuando tienen un motivo que los mantiene
ocupados que cuando están ociosas, sobre todo cuando están inmersas en algún
proyecto que tiene gran significación para ellas.
Todos
estos resultados evidencian que podemos derivar nuestra felicidad del proceso
de trabajo para alcanzar nuestras metas. Podemos obtener una alta cuota de
felicidad durante nuestra preparación para un examen o cuando planificamos unas
vacaciones; podemos derivar una cantidad significativa de felicidad trabajando
para esos resultados, y no de los resultados en sí, lo cual nos revela el
antídoto contra el temor a la vida y sus azares: la búsqueda desapasionada de la pasión, lo que supone no supeditar
la felicidad a los resultados, y no pensar en éstos hasta que no hayan
ocurrido.
La
búsqueda desapasionada de la pasión, puede definirse como preferir ciertos
resultados antes de que estos ocurran, pero no ser críticos cuando estos hayan
ocurrido. Esta nueva habilidad puede parecer extremadamente difícil de
incorporar, porque es mucho más fácil aferrarse a un punto de vista consistente
sobre las cosas, y todos nosotros sentimos – en mayor o menor grado- la
necesidad de la consistencia. No obstante, la búsqueda desapasionada de la
pasión, es el sexto hábito necesario para alcanzar una mayor felicidad.
De
manera general, podemos establecer que existen tres formas de afrontar nuestras
metas:
- La búsqueda obsesiva de la pasión, lo que supone una fuerte preferencia por ciertos resultados tanto antes como después de que se hayan producido los mismos, lo que puede hacernos muy infelices cuando no coinciden los resultados con nuestras expectativas.
- La aproximación indiferente a la pasión, lo que consiste en mantener una actitud indiferente acerca de los resultados, tanto antes como después de que éstos hayan ocurrido. Esta actitud es síntoma de depresión y necesidad de ayuda, porque la vida no es vida verdaderamente cuanto no tenemos deseos, aspiraciones o preferencias.
- La búsqueda desapasionada de la pasión, lo cual implica la preferencia por ciertos resultados antes de concluir el proceso, sin situarnos en una posición crítica después de obtenidos los resultados. Este es el mejor modo de aproximación a nuestras metas, si de lo que se trata es de ser más felices.
¿Cómo
podemos incorporar este nuevo y beneficioso hábito a nuestras vidas?
Para
incorporar a nuestro desempeño cotidiano el hábito de aproximarnos a nuestras
metas desapasionadamente y lograr ser más felices durante el proceso, en lugar
de decepcionarnos con los resultados, le sugerimos las siguientes estrategias:
- Reflexione sobre los resultados negativos. Cuando uno rememora los resultados después de ocurridos, puede modificar su punto de vista y evaluar cómo podrían mejorarse los mismos; cosa que es imposible hacer durante el proceso. Los elementos negativos, que determinaron los resultados, y que deberían ser corregidos solo es posible analizarlos e ponderarlos mirando hacia el pasado, y durante el proceso siempre tenemos la vista puesta hacia delante.
- Revierta los resultados. Busque el modo de encontrar que aspectos positivos se han desencadenado como consecuencia de los resultados negativos obtenidos. Para ello resulta recomendable apoyarnos en un sentimiento de gratitud. Por supuesto que es más fácil ser agradecido cuando los resultados son buenos, pero aún podemos serlo en caso contrario, porque siempre existen aspectos positivos que se desencadenan a partir de resultados que aparentan ser totalmente negativos, solo es cuestión de ser capaces de hallarlos.
- Lleve un registro de hechos negativos que se tornaron positivos a la larga. En la mayoría de los casos, cosas que fueron en principios negativas, a largo plazo resultan ser positivas, o derivar nuevos resultados positivos. Es por eso recomendable que - para reforzar nuestra voluntad de confiar más en la vida, ser más resilientes y, en consecuencia, mucho más felices – llevemos durante un tiempo un diario de aquellas cosas que tomamos inicialmente como negativas y que a la postre redundaron en cosas positivas para nuestra vida personal o profesional.
- Tenga una actitud espiritual. Es esta quizás la más importante estrategia para desarrollar la resiliencia y afrontar los azares y retos de la vida, y consiste en interiorizar que “todo sucede para nuestro propio bien”. Esta actitud lleva implícita la certeza de que aun cuando una experiencia sea en extremo negativa, saldremos de ella enriquecidos, con una mayor sabiduría; que cualesquiera que sean las circunstancias negativas que afrontemos, éstas nos harán crecer y mejorar como seres humanos, y nos prepararán para vivir una vida más plena y feliz.
Adoptar la estrategia de mantener una actitud espiritual, se sustenta en la
siguiente hipótesis: “Podemos confiar en la vida y todo lo que ocurre es lo
mejor para nosotros”. De acuerdo con el profesor Kenneth Pargament, ser
espiritual significa ser capaz de ver más allá de la superficie de la realidad
e incrementa nuestra felicidad.
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