miércoles, 30 de septiembre de 2015

El Tercer Pecado: La Necesidad de Ser Amado




Si alguien nos preguntara acerca de nuestros deseos básicos, seguramente la mayoría de nosotros incluiría entre esos anhelos palabras que resumen el logro de relaciones interpersonales exitosas, tales como un amor verdadero, buenas amistades, un buen equipo de trabajo, etc. ¿Qué es lo que determina que tengamos esos anhelos? ¿Por qué la gran mayoría de nosotros considera que estas relaciones son muy importantes para su felicidad?

La respuesta a estas preguntas se sustenta en la intensa necesidad que sentimos de estar conectados con los demás, dada su condición de ser social. Necesitamos pertenecer, ser aceptados, ser considerados e incluidos, y cuando esas necesidades no son satisfechas, podemos sufrir daños emocionales y psicológicos.  

Ser rechazados por el grupo social donde se desenvuelve nuestra vida es tan doloroso, que muchas personas se niegan a sí mismos con tal de lograr experimentar el sentimiento de pertenencia al grupo. Tal es el caso de los adolescentes que se visten y actúan imitando la conducta de los miembros del grupo al que desean pertenecer, porque satisfacer la necesidad de pertenencia es tan imperiosa que los obliga a adoptar las modas, los ademanes y los valores y puntos de vista de sus compañeros, aunque no se correspondan con aquellos que han incorporado en los primeros años de su vida. 

Por otra parte, en esa etapa de la vida, los grupos suelen ser muy excluyentes con aquellos que no se avienen a sus requerimientos, y hieren a aquellos que no son integrantes del grupo con burlas y humillaciones, que pueden en algunos casos dañar la estabilidad emocional de quienes son víctimas de tales prácticas, al extremo de conducirlos a drásticas decisiones, como agredir a sus compañeros de escuela o privarse de la vida. Por desgracia tales casos han aumentado significativamente en los Estados Unidos en los últimos años.

Resulta interesante que esa necesidad de inclusión y pertenencia, esa necesidad de ser amados, no desaparece cuando crecemos y nos convertimos en adultos. Ser amado es uno de los más caros deseos de todos los seres humanos, no importa la nacionalidad, la etnia, la cultura o el credo, todos queremos ser amados. Satisfacer la necesidad de ser amado, de pertenecer y sentir que alguien se preocupa o cuida de nosotros es imprescindible para que podamos ser felices y disfrutar de una adecuada salud emocional.

Ser aceptado por el grupo, es en extremo gratificante. Cuando alguien concuerda con nuestros puntos de vista y nuestra manera de actuar, sentimos que tenemos una mayor oportunidad de relacionarnos y mantenernos conectados. Por el contrario, ser rechazado reiteradamente por el grupo social al que deseamos pertenecer puede provocar soledad y sufrimientos, no solo emocionales o psicológicos, sino también físicos. 

Cuando la necesidad de pertenecer y ser amados es tan intensa que llega a enfermarnos, actúa como una adición, y nos convierte en seres humanos carentes y necesitados, capaces de renunciar a nosotros mismos con tal de ser aceptados por los demás. Es ese el tercer pecado que cometemos en contra de nuestra felicidad.

Las personas "necesitadas" se perciben diferentes e inferiores. Se sienten inseguras de lo que pueden aportar a una relación y de sus atractivos personales, y experimentan el temor de ser considerados como incapaces de mantener los estándares del grupo; de no lograr el éxito y ser menospreciado por los miembros del mismo.

La necesidad perniciosa de ser aceptados, conspira contra nuestra felicidad en tanto:
  • Nos hace menos atractivos para los demás.
  • Nos hace merecer menos respeto.
  • Nos induce a involucrarnos en relaciones insatisfactorias.
  • Hace que sintamos menos respeto por nosotros mismos.
  • Nos puede conducir de forma drástica al otro extremo: la evasión y la abstinencia.
La abstinencia es el polo opuesto del estado de necesidad. Evadir el grupo, abstenernos de provocar la interacción, puede parecernos una buena solución en teoría, ya que se percibe como una vía para lograr independencia y libertad. Por otra parte, ser capaz de renunciar a la interacción social, suena como algo que una persona de carácter y mentalmente fuerte es capaz de hacer.

Sin embargo, a pesar de que a primera vista parece una buena solución, evitar la interacción con el grupo, a mediano plazo conduce de igual modo a la infelicidad, ya que:
  • Va en contra de la propia naturaleza humana.
  • Nos hace menos atractivos para nuestros colegas.
  • Nos hace menos merecedor de la ayuda de los demás.
  • Nos hace sentirnos insatisfechos en el trabajo.
  • Nos hace sentir una gran soledad.
Es decir que ser "carente" o "evasivo", son las dos caras de una misma moneda: son expresiones de nuestra necesidad de amor y pertenencia, y  ambos estados nos conducen a la infelicidad. Entonces, ¿qué hacer para evitar cometer este tercer pecado, en cualquiera de sus dos variantes?   

Existen tres formas diferentes - pero relacionadas - de lograr relaciones interpersonales seguras y exitosas:
  • Practicar la auto-compasión.
  • Expresar gratitud.
  • Ser amable y generoso con los demás.
Sobre las dos primera prácticas, ya hemos hablado en artículos anteriores. Es por eso que vamos a centrar nuestra atención en la última de estas tres estrategias, la cual se resume en la siguiente frase: La mejor manera de recibir amor, es dar amor. Estudios realizados por prestigiosas universidades del mundo, han revelado que las personas son mucho más felices cuando dan que cuando reciben. 

Ser amables y generosos incrementa nuestra felicidad porque:
  • Nos conecta con los demás.
  • Nuestra propia naturaleza es ser amables y generosos.
  • Nos hace sentirnos competentes y capaces.
  • Dar amor y practicar la compasión nos hace sentir bien.
  • Nos hace sentir mas seguros en nuestras relaciones interpersonales.
  • Aumenta nuestras posibilidades de éxito profesional.
  • Desencadena nuestra transformación interior.
Sin lugar a dudas, los beneficios de practicar la generosidad son tantos, y tan importantes que vale la pena su práctica sistemática, siempre y cuando sigamos las tres reglas básicas de la generosidad: (1) ser generosos con nosotros mismos; (2) evaluar el impacto de su generosidad y (3) divertirse y pasarlo bien en el acto de dar.




martes, 29 de septiembre de 2015

Segundo Pecado (II Parte): el antidoto de la búsqueda de superioridad.




En la primera parte de este artículo hablamos acerca del “flow”, ese sentimiento de plenitud que nos embarga cuando nos entendemos capaces de hacer grandes cosas y experimentamos la certeza del éxito; el estado que lleva a los grandes logros de la humanidad en todos los ámbitos. Y es precisamente la búsqueda del “flow” el antídoto del Segundo Pecado que solemos cometer en contra de nuestra felicidad: “perseguir a toda costa la superioridad”

Sin embargo, experimentar este estado no es como “coser y cantar”, porque las más de las veces llega sin que podamos conocer cómo a ciencia cierta. Entonces, ¿qué hacer?

El Dr. Rajagapal Raghunathan, --profesor de la Universidad de Texas (U.S.A.)--, propone dos vías fundamentales para contrarrestar la búsqueda obsesiva de la superioridad y proporcionar la experiencia del estado de “flow”.  Una de ellas debe ser aplicada cuando las cosas no nos salen del todo bien y la otra cuando ocurre todo lo contrario, y la vida nos sonríe, respectivamente: auto-compasión y gratitud.

La auto-compasión consiste en tratarnos a nosotros mismos con la misma amabilidad, cuidado y responsabilidad con la que solemos tratar a un buen amigo, especialmente cuando sufre o está pasando por malos momentos, laborales, profesionales o financieros. Cuando cometemos un error, no debemos tratarnos con demasiada exigencia o intolerancia. Por el contrario, es preciso que reconozcamos que somos seres humanos, y que el sufrimiento y la imperfección son parte inseparable de dicha condición.

Practicar la auto-compasión supone decirnos las mismas palabras que diríamos a un buen amigo, o un ser querido, si se encontraran en nuestra situación, tal como si nos escribiéramos una carta compasiva a nosotros mismos. Es preciso que seamos más indulgentes con nuestro desempeños, y nos demos cuenta de que los fallos, los errores y los problemas son parte inseparable de nuestras vidas.  En otras palabras, la auto-compasión es la capacidad de perdonarnos.

La mayoría de las personas sufren mucho más por sus propios errores y fracasos, que por problemas inducidos por los demás o por el entorno en que se desenvuelven.  Los disgustos mas difíciles de superar son aquellos que dimanan de fallos o errores que no hubiéramos querido cometer, pero que ya forman parte del pasado, y no pueden ser eliminados o borrados de nuestras vidas; de reacciones que hubiéramos querido que fueran diferentes, pero que fuimos incapaces de contener, porque nos ganó la emoción; de palabras, que no desearíamos haber dicho o dicho de otro modo, pero que ya fueron lanzadas al viento. Dicho de otro modo, las más de las veces, nos es más difícil perdonarnos, que perdonar los errores, acciones y palabras de los demás.

Esa resistencia al olvido y al perdón de nuestros fallas como seres humanos, no es más que una consecuencia de la búsqueda de la superioridad. Reconocerlo, y proponernos ser auto-compasivos y perdonarnos conscientemente por nuestras debilidades, es el mejor antídoto, cuando las cosas no marchan bien.  Pero no siempre es así, muchas veces todo lo que hacemos, sentimos o decimos sale bien y somos exitosos y felices por ello, pero este sentimiento de complacencia, cuando es excesivo, puede ser asimismo una manifestación de la búsqueda de la superioridad, y para contrarrestarlo debemos entonces practicar la segunda sugerencia del profesor Raghunathan, la gratitud.

La gratitud es una “meta-estrategia”, ya que aumenta nuestra felicidad de muchas maneras:
·         Nos hace sentir más conectados con otras personas.
·         Nos hace experimentar que contamos con la ayuda de otros.
·         Nos proporciona una sensación de mejora interna, de elevada espiritualidad.
·         Nos hace ver la vida y sus acontecimientos de una forma más positiva.
·         Nos ayuda a re-formular nuestros modos de afrontar la adversidad.

Como antídoto de la búsqueda de la superioridad, la gratitud nos permite reconsiderar que nuestros logros, no son en modo alguno logros individuales, sino que en todos ellos subyace la intervención e interacción de otros: nuestros familiares,  maestros y amigos, en un marco más estrecho; y en el ámbito global, nuestros logros son el resultado de toda la herencia histórica, cultural y política que hemos recibido, a través de todos los medios de comunicación que el hombre ha desarrollado, y que cada vez más nos permiten nutrirnos del conocimiento, la cultura y la impronta y experiencias de vida de todos los seres humanos, tanto de los que nos antecedieron como de nuestros contemporáneos.

Todas esas influencias están latentes en nuestro desempeño cotidiano, en todos los ámbitos de nuestra vida, y es por eso que tanto nuestros logros como nuestros fracasos son deudores de todas ellas. Así que debemos agradecer, todo lo que de bueno hemos recibido en nuestra interacción con otros seres humanos, y tanto en el éxito como en el fracaso, no olvidar que somos el producto de toda esa herencia histórica y cultural, por lo que en modo alguno debemos perseguir ni atribuirnos un sentido de superioridad, respecto al resto de los seres humanos. Eso nos permitirá, perdonarnos cuando, en calidad de tales, erremos; y agradecer a todos aquellos que nos proporcionaron las herramientas para lograr todo lo bueno que seamos capaces de hacer.

La auto-compasión y el agradecimiento, son dos maneras muy eficaces de construir nuestra felicidad, por lo que debemos practicarlas sistemática y conscientemente, en tanto ser felices es la “mega- meta” de nuestras vidas.













viernes, 18 de septiembre de 2015

El Segundo Pecado: Buscar la Superioridad (I Parte)





Este pecado contra la felicidad consiste en compararnos con otras personas evaluando cuan ricos, bellos, famosos, poderosos, talentosos, inteligentes o exitosos somos y desear ser mejor que cualquier otro en alguno de estos aspectos. Esta tendencia está íntimamente ligada al hecho de que desde que nacemos estamos expuestos a la valoración y retroalimentación del criterio de los demás, el cual nos coloca en una posición superior o inferior a otros en los diferentes entornos donde  nos desempeñamos (escuela, trabajo, comunidad, etc.)

Como resultado del impacto que la opinión de los demás tiene sobre nosotros, desarrollamos la tendencia a la búsqueda de superioridad, solo para ser aprobados por los demás. Entre las razones por las que procuramos la superioridad se encuentran, las siguientes:
      (1)   Se siente muy bien ser admirados por otros. Ello aumenta nuestra autoestima y el respeto por nosotros mismos.
      (2)  Se siente muy bien cuando uno gana. En otras palabras, poner a prueba nuestra autoestima, evaluando cuanto mejores somos respecto a otros.
        (3)   Experimentar que progresamos hacia la maestría. Algo que es muy importante para nosotros es percibir la sensación de maestría en algún tema, actividad o dominio.
         (4) Experimentar autonomía. Cuando somos superiores a otros nos sentimos en libertad de comportarnos y actuar como nos plazca.


Sin embargo, a pesar de que a primera vista todas estas razones pueden avalar la búsqueda de superioridad, en tanto ello nos proporcionará admiración, autoestima y sensación de triunfo, de maestría o de autonomía, estudios realizados por prestigiosos profesionales de universidades estadounidenses, han evidenciado que la búsqueda de superioridad solo proporciona felicidad en el 11,0 % de los casos, y por el contrario, reduce la felicidad en el 78 % de éstos; en el 11 % restante no se aprecia ni aumento ni decremento en el nivel de felicidad.

Tales resultados indican, que la búsqueda de la superioridad no es garante de la felicidad. Dicho de otro modo, no es posible afirmar de manera absoluta que si somos superiores a los demás nos sentiremos más felices. Por el contrario, evidentemente, en la mayoría de los casos estudiados, buscarla superioridad solo les trajo más infelicidad, debido al impacto de las comparaciones sociales y la percepción de disgusto en personas que tienen alguna importancia para nuestra vida, profesional o personal.

De acuerdo con el criterio de la Dr. Sonya Lyubominsky, la observación sobre lo que los demás están haciendo resulta perniciosa, porque dicha comparación induce a la envidia, que además de ser uno de los 7 pecados capitales, es uno de los principales asesinos de la felicidad. La profesora antes citada apunta que “Usted no puede ser envidioso y feliz al mismo tiempo…” y por desgracia, las personas tienen una mayor propensión a experimentar envidia cuando alguien cercano es capaz de ser mejor en una dimensión o ámbito que es importante para ellas, sobre todo en aquellos relacionados con habilidades o talentos; es por eso, que para contrarrestar ese malestar, utilizan estándares materiales para compararse con otros, no por lo que son o por cómo son, sino por lo que tienen.

Por otro lado, si bien la búsqueda de superioridad no siempre garantiza una mayor felicidad, ello no quiere decir que en determinados contextos, no se convierta en un elemento consustancial para lograr el éxito, ya que sin duda alguna, el deseo de superioridad nos hace poner mayor intensidad en el empeño para lograr un buen resultado. Tal es el caso del deporte, y las actividades no intelectuales en general, donde la necesidad de ser el mejor se constituye en acicate motivacional para lograr el éxito. En las actividades creativas e intelectuales, por el contrario, el deseo de superioridad disminuye nuestras posibilidades de éxito, toda vez que la presión sobre el cerebro hace que algunas capacidades disminuyan, lo que reduce nuestras oportunidades de alcanzar un desempeño notable.

No obstante, la necesidad de sentirnos superiores puede impulsarnos al logro de metas y resultados exitosos, existen otras formas de alcanzar dicho estado de motivación, eliminando sus potenciales desventajas o efectos negativos; lo que no solo nos haría más felices sino también más exitosos. La fórmula para encontrar la motivación unida a la felicidad consiste en ocuparnos en actividades que tengan un gran significado para nosotros, de modo que sean capaces de inducirnos a un estado denominado “flow”.

¿Qué es el flow? ¿Cuándo y cómo podemos experimentarlo?

Cuando logramos experimentar un estado de “flow” sentimos una tranquila sensación de control y una gran confianza en nosotros mismos; uno percibe con absoluta claridad qué es lo que desea obtener y que hacer para lograrlo, y en este estado muchas veces nada es capaz de perturbarnos, distraernos o desconcentrarnos. Las características de un estado de “flow” son:
ü  Percepción distorsionada del tiempo (como si actuáramos en cámara lenta)
ü  Ausencia de autoconciencia
ü  Intensa focalización en el momento presente (aquí y ahora)

Es este el estado en el que un deportista llega a implantar un record de importancia, como el hasta ahora imbatible 2,45 m de Javier Sotomayor en salto alto, o los memorables 9,57 segundos de Usain Bolt en los 100 metros planos; cuando se logra un gol en un momento decisivo del juego, o cuando se batea un home run estando en la cuenta de 3 bolas y 2 strikes. Arquímedes debe haber experimentado un estado de flow cuando gritó “Eureka!!”, aunque aún no se había acuñado dicho término, propio de la Psicología contemporánea.















Cuando se experimenta un estado de flow, uno siente:
ü  Que vive una experiencia extremadamente grata, que nos retribuye emocionalmente de forma significativa.
ü  Que usted y la actividad son un todo indisoluble, son inseparables.
ü  Un sentimiento de absoluto control sobre la actividad y sus resultados.

Todo lo anteriormente expuesto, revela lo gratificante que resulta la experiencia de un estado de flow, y seguramente cada uno de los lectores estarán expectantes acerca de qué y cómo hacer para lograr un estado de flow. Lo primero que debemos conocer es que no es posible experimentar una estado de flow, cuando estamos ansiosos o aburridos en una actividad; dicho de otro modo, para lograr este estado es preciso estar realizando una actividad que nos motive y nos sea agradable.

Un segundo requisito para experimentar “flow” es que el nivel nuestras habilidades y competencias se encuentren en consonancia con las exigencias de los objetivos que se persiguen alcanzar con la actividad. Si usted nunca ha hecho gimnasia, es imposible que experimente “flow” en una sesión en al caballo de salto o la viga de equilibrio. Si usted no es un conocedor de la Historia Universal no podrá experimentar “flow” en un panel de expertos sobre la Grecia Antigua. Ahora bien, no se trata de que exista una correspondencia exacta entre competencias y exigencias, antes bien, es más factible experimentar el “flow” cuando se hace necesario un ligero esfuerzo para lograr el objetivo o la meta, esto es, cuando nuestras competencias se encuentran ligeramente por debajo de las exigencias del propósito a lograr.

Cuando se experimenta un alto nivel de flow, uno llega sin dudas a la convicción de que su propósito en la vida es continuar desarrollando aquellas habilidades y talentos que le propician esta enriquecedora y feliz experiencia. El estado de “flow” nos proporciona felicidad  porque ese momento se disfruta enormemente y es muy gratificante; porque dicha experiencia tiene mucho significado e importancia emocional para quien la vive; porque nos gana la admiración y el respeto de las demás personas y porque no conduce a lograr la maestría en el dominio o contexto de la vida en que se produce dicho estado.

Podemos resumir entonces que sentir ”flow”, es muy importante para alcanzar la felicidad y el éxito, así como también que nuestra vida laboral puede ser mucho más agradable y enriquecedora si somos capaces de experimentar flow en el trabajo, para lo cual resulta indispensable identificar nuestros talentos innatos, incrementarlos sistemáticamente y  usarlos de forma constructiva, tanto en su vida personal como en su entorno social. La zona más probable para experimentar el flow, es aquella donde se interceptan sus talentos personales, con las necesidades del mundo y lo que a usted le gusta verdaderamente hacer.    



Continuará….







lunes, 14 de septiembre de 2015

El Primer Pecado: Subvalorar la Felicidad




Investigaciones realizadas por prestigiosos profesores de diversas universidades, arrojan que “Ser feliz”  es la prioridad de la mayoría de las personas incluidas en los mismos, entre doce posibles opciones de metas, propósitos o anhelos. La felicidad obtuvo el mayor por ciento de respuestas positivas, por encima de las metas profesionales, el éxito en la vida, el conocimiento o la salud física y mental. Estos resultados evidencian que la felicidad, resume las aspiraciones de la mayoría de las personas en todos los ámbitos de sus vidas.

En dichos estudios se evaluó asimismo, qué sería necesario para alcanzar tan preciada meta, y las respuestas encontradas evidenciaron que, los tres elementos citados en un número mayor de ocasiones fueron: dinero, fama, éxito y relaciones satisfactorias. Este resultado pone de manifiesto que la mayoría de las personas centra su felicidad en la posesión de cosas (dinero) y en el status (fama y éxito), lo que a la postre determina que muchas veces sacrifiquen la felicidad en aras de la propia felicidad.

Parece un trabalenguas, pero es un hecho que muy frecuentemente las personas sacrifican aquello que los hacen intrínsecamente felices creyendo hallar la felicidad en recompensas externas. Esto es en realidad paradójico. La mayoría de las personas piensan que la felicidad es más importante que el dinero, las recompensas materiales, etc. pero en sus vidas cotidianas muy frecuentemente se olvidan de eso a la hora de tomar decisiones tales como: escoger un trabajo, un lugar de residencia, incluso en casos extremos, su compañero(a) de vida.

La tendencia a sacrificar la felicidad por alcanzar otras metas menos importantes es el primer pecado que cometemos para lograr una vida feliz y exitosa. Por desgracia, la proporción de personas que comete este primer pecado es muy alta, aun cuando la mayoría no sea capaz de admitirlo, y antes bien utilice el bienestar extrínseco que le reportan sus decisiones para justificar el porqué de sus  elecciones.

Es imprescindible destacar que aun cuando esta paradoja esté presente sólo en una fracción de nuestras decisiones cotidianas, estaremos dejando pasar una cantidad significativa de retribuciones legítimas y momentos de genuina felicidad. Por tal motivo es importante, establecer las razones por las cuales subvaloramos nuestra felicidad en nuestras elecciones.

Existen tres razones fundamentales por las cuales la mayoría de las personas tienen esta perjudicial tendencia:
(1) La imposibilidad de definir la felicidad en términos concretos, ya que los elementos que la constituyen son diferentes para cada una de las personas, y el ser humano tiende a subvalorar aquello que no es capaz de comprender claramente.
(2)  La tendencia a darle más importancia a los  medios que se utilizarán para conseguir la felicidad (dinero, fama, status, etc.), olvidando la meta final en sí misma (ser feliz).
(3)    La existencia de una serie de creencias negativas acerca de la felicidad.
-          La felicidad tiende a hacernos vagos y despreocupados. False! La felicidad nos hace más productivos, creativos y exitosos.
-          La felicidad hace que las personas sean egoístas. False! La felicidad nos hace ser más altruistas; más comprensivos y comprensivos con los demás; más caritativos y dispuestos a compartir nuestra felicidad con los demás.

Es preciso interiorizar la necesidad de erradicar esas tendencias y concepciones erradas sobre la felicidad para poder construirla de una manera objetiva y consciente, ya que ser felices supone  ventajas nada despreciables. Las personas felices viven más, tienen relaciones familiares y amistosas más fructíferas, se desempeñan con mayor éxito en sus trabajos y son mejores ciudadanos, de manera general. Dicho de otro modo, la felicidad tiene efectos positivos en todos los ámbitos de nuestras vidas.

Si la felicidad es tan importante y comporta tantas ventajas, ¿qué debemos hacer para lograrla? ¿Cómo evitar el primer pecado contra la felicidad? La respuesta es bien simple, como ya anunciamos en el artículo introductorio de esta serie, para cada uno de los 7 pecados contra la felicidad, existe un hábito, que una vez incorporado, nos permite eliminarlos y nos proporciona la oportunidad de ser artesanos de nuestra propia felicidad.

Primer Hábito: Priorizar pero no “ “ felicidad. La incorporación de este hábito supone tomar la decisión consciente de dar felicidad a nuestra vida, lo que se logra cuando establecemos las bases de nuestra felicidad, lo que verdaderamente queremos para nuestra vida y los tenemos presente cada vez que vamos a tomar una decisión. La mejor manera de ser feliz es tomando decisiones que incrementen tus posibilidades de serlo.

Ahora bien, aunque nos recordemos de manera de consciente cuales son nuestras prioridades básicas para la felicidad, no debemos mantener un monitoreo permanente de cuán felices somos, y cuanto han contribuido a ello cada una de nuestras decisiones; esto es, priorizar la felicidad, pero no …Ponderar nuestra felicidad tiende a hacernos menos felices.

El primer paso para incorporar este hábito es definir qué significa para cada uno de nosotros la felicidad. La felicidad, tiene un significado específico para cada persona en particular, aunque de acuerdo a la literatura especializada puede ser definida por uno o una combinación de los siguientes elementos:
ü  Sensación de placer.
ü  Alta autoestima.
ü  Auténtico orgullo.
ü  Amor, buenas relaciones.
ü  Abundancia.
ü  Comprensión de que la vida es perfecta, aun con sus imperfecciones.

De acuerdo con las consideraciones del Dr. Rajagapal Raghunathan, profesor de la Escuela Hindú de Bussiness, la más abarcadora definición de felicidad es “abundancia” no solamente porque incorpora la posibilidad de pérdida en algún momento a lo largo del tiempo, sino porque admite la incorporación de otras propiedades positivas, asumiendo el concepto de abundancia en el más amplio sentido de la palabra.


Así pues, para dar el primer paso hacia una vida feliz y exitosa, es preciso establecer que vamos a considerar como nuestra felicidad, cuáles serán sus componentes y tener esta definición siempre presente a la hora de adoptar nuestras decisiones, sin cometer el error de ponderar constantemente sus resultados. Les aseguro que es un paso muy importante, ¿se animan?



martes, 1 de septiembre de 2015

La Mística del Número Siete

Desde los albores de la humanidad el número siete ha estado rodeado de un cierto misterioso encanto. De acuerdo con la interpretación griega de los números, en siete es la unidad universal. La Biblia, el libro más leído de todos los tiempos, se expone como Dios creó, en seis días y al séptimo día descansó, dándole una connotación especial, ya que desde entonces ese día es considerado por muchas religiones como el día dedicado a la oración y la comunicación con Dios.

Siete son los días de la semana, porque siete fueron los siete astros  errantes que detectaron los primeros estudiosos de la bóveda celeste, dedicándole el domingo al sol; el lunes a la luna; el martes a Marte; el miércoles a Mercurio; el jueves a Júpiter; el viernes a Venus y el sábado a Saturno. Siete son también los mares del planeta, los colores del arco iris, las notas musicales y las maravillas de los Antiguo y Nuevo mundos. Es por ello quizás por ello que los esotéricos denominan al siete como número del destino.

En la cultura judía, el número siete desempeña un papel fundamental en la un papel fundamental en la fonética y es el que determina el ciclo del año. Los judíos celebra el Sabbat cada séptimo día, el séptimo mes (Nissan) es sagrado y cada séptimo año es una año sabático. Su fiesta de Azimos (pan) duraba siete días, al igual que la celebración de la Pascua. De igual modo, en la cultura judía siete eran los cielos, las cámaras del paraíso y los pastores de Israel (Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, Aarón, David y Salomón).

El número siete tuvo incidencia también en algunas profesiones, antiguamente para ser “sanador” es preciso haber sido el séptimo hijo o la séptima hija de un séptimo hijo o una séptima hija. A los hijos séptimos se les atribuía la facultad de predecir el futuro. En las culturas precolombinas americanas encontramos también referencias a la connotación del número siete. Os aztecas construyeron el Templo de las Siete Mazorcas, asociado a la adoración a sus dioses para lograr abundantes cosechas de su principal cultivo, el maíz.


Los metafísicos hacen referencia a siete niveles de conciencia, y siete son también los chakras determinados como centros de nuestra energía corporal por la filosofía hindú.


La historia refiere asimismo que siete fueron la Trompetas del Juicio de Dios sobre Roma; siete son también los Pecados Capitales y las Copas de la Ira de Dios, depositarias de las siete Plagas Postreras que anuncian el Apocalipsis. Todas estas referencias han creado un halo misterioso, mágico y místico alrededor del número siete, a los largo de todo el desarrollo histórico de la humanidad.

Como confirmación de la incidencia del  número siete en nuestras vidas cotidianas, investigaciones recientes han demostrado que son siete también los pecados que cometemos contra nuestra felicidad y nuestro éxito, y siete los hábitos que han de conducirnos a eliminarlos de nuestras acciones cotidianas, como estrategia para lograr una vida feliz y exitosa.

En esta serie de artículos, vamos a tratar los Siete Pecados de la Infelicidad y como eliminarlos de nuestras vidas mediante la incorporación de siete beneficiosos hábitos, que nos harán sentirnos más plenos, con mayor energía, y con una significativa motivación al éxito profesional y personal. Los invito a seguirme en este recorrido hacia la felicidad y la bienaventuranza, no se arrepentirán!!