lunes, 14 de julio de 2014

¿Argentina o Alemania?: Como influyen los prejuicios en la gestión empresarial.

                                                                                  



¿Argentina o Alemania?
Como influyen los prejuicios en la gestión empresarial.

El recientemente concluido Campeonato Mundial de la FIFA, sin dudas exacerbó las pasiones de los fanáticos del futbol en todo el planeta, y con ello, puso de manifiesto todo tipo de sentimientos, puntos de vista y opiniones de todo tipo. Entre tantos criterios, despertaron mi atención algunos que tuve la oportunidad de escuchar en mi entorno social, que han servido de motivación para abordar el tema que hoy traemos a colación, pues revelaban claramente cómo pueden los prejuicios y los estigmas influir en las preferencias y decisiones de las personas.

Ayer tuve la oportunidad de leer una publicación de un cubano, amigo nuestro desde hace mucho tiempo, en la cual exponía sus criterios de lo improcedente de apostillar al pueblo argentino como un “pueblo de pesados, presuntuosos y equivocados; creídos de que son los “mejores” del mundo”. Mi amigo expuso muchas  consideraciones, todas válidas y bien argumentadas, pero para mí, la mejor de todas es la imposibilidad de generalizar un comportamiento humano sin haber dispuesto de una muestra estadísticamente significativa, de los 40 millones de habitantes que tiene Argentina. No obstante, algunas personas que conozco, decidieron apoyar al equipo alemán sólo porque los argentinos son “…. “ y no por la profesionalidad y maestría demostradas por la selección alemana, que sin lugar a dudas fue la mejor del campeonato.

Siempre he sido enemiga acérrima de las generalizaciones por considerarlas del todo punto injusta y porque estadísticamente hablando, salvo el hecho de haber nacido en un mismo país no existe ninguna otra característica o rasgo que pueda encontrarse en el 100 % de la población, nunca se ha dado esa singularidad en ningún censo de población. Por otra parte, he experimentado en tanto cubana, la dolorosa generalización que algunas personas hacen de nuestro modo de ser, injustamente porque no todos somos iguales. Pero, a pesar de mi rechazo a tales conductas, no puedo evitar chocar de vez en vez con esta tendencia perniciosa de los seres humanos, de apostrofar al prójimo con cualquier opinión, y asegurar a ultranza la validez de sus prejuicios; sin tener en cuenta lo nociva que resulta esta práctica para las relaciones sociales, en cualquier ámbito de la vida: la familia, los amigos, el trabajo, etc.

Cuando la influencia de estas generalizaciones, sustentadas en prejuicios y estigmas, se reduce al entorno de las preferencias deportivas y el tomar partido en apoyar a un equipo u otro, puede que uno soslayar esa tendencia, toda vez que el resultado del partido no depende en modo alguno del favor de los fans, sino de la maestría futbolística de los  miembros de cada equipo, que son los que intervienen directamente en el logro del éxito, o asumir el fracaso. Y también, cuando se trata de hacer chistes a costillas de unos y otros, recíprocamente, pueden resultar divertidas algunas bromas sobre el modo de ser de grupos humanos dados. Pero otra cosa, es pretender organizar nuestras relaciones interpersonales y sociales sobre la base de criterios tan peregrinos.

Peor aun cuando los prejuicios y estigmas se entronizan en la gestión empresarial, y pueden condicionar el éxito o el fracaso de una organización. Aquí se hace imprescindible que los directivos reflexionen profundamente en su influencia en el proceso de gestión, tomando en consideración que existen áreas en una organización, donde la influencia de los prejuicios y estigmas puede ser altamente perjudiciales: la gestión de capital humano, la comunicación interpersonal, el clima organizacional y la satisfacción del cliente interno, todas las cuales se imbrican e influyen significativamente en el éxito o el fracaso de la gestión empresarial.

En el marco de la gestión de capital humano, adoptar las decisiones sobre la base de prejuicios, puede conducirnos a no hacer una selección justa del personal o una evaluación injusta del desempeño de un empleado, con la consecuente afectación del clima organizacional y la satisfacción laboral. Resulta incuestionable que cada persona tiene su singularidad, y que no es posible evaluar con plena justicia la competencia y eficacia de un empleado, cuando nuestra opinión está basada en juicios tan peregrinos como que: “todos los gallegos son brutos”; “todos los argentinos son pagados de sí mismos”; “todos los pinareños son tontos” o “todos los matanceros son cultos” solo porque nacieron en la llamada Atenas de Cuba.

No ponderar casuísticamente las potencialidades de un empleado, debido a criterios tan poco consistentes, puede conducirnos a perder oportunidades de: enriquecer e incrementar nuestros activos intangibles; contar con empleados capaces y eficaces; mantener un clima organizacional signado por la empatía, la comunicación asertiva y la comunión de valores; y, con mucha mayor relevancia, perder la oportunidad de lograr la satisfacción de nuestros clientes internos y el compromiso de éstos con las metas y propósitos de la organización.

Las pérdidas que, por concepto de activos intangibles, se derivan de una gestión basada en prejuicios y estigmas, tan faltos de sustentación, son muy cuantiosas para cualquier organización; es por ello que los managers y gerentes deben tener especial cuidado en cortar de raíz cualquier atisbo discriminatorio basado en tales criterios. Cada miembro del colectivo laboral debe ser ponderado y considerado en su individualidad, según sus competencias, sus relaciones con la organización y el resultado de su desempeño. Basar la gestión empresarial en prejuicios y estigmas es en nuestro criterio una muestra de mediocridad gerencial incompatible con el éxito.



"La oportunidad se deja alcanzar sólo por quienes la persiguen"

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