
Comunicación y Cultura
Organizacional: ¿se relacionan o no?
La comunicación es una actividad
consustancial a la condición del hombre como ser social. Comunicarse es
necesario para dar sentido al mundo que nos rodea, a partir de los efectos
culturales del mensaje. Para poder establecer la relación existente entre
comunicación y cultura, resulta conveniente precisar en qué consiste esta
última. De manera general, podemos definir la cultura como el conjunto de
supuestos, procederes y formas de comportamiento que han sido incorporados por
un grupo de personas y que los identifica. La cultura es un modelo mental, que
distingue a un grupo humano de otro, y crea un patrón que define la pertenencia
o no pertenencia a dicho grupo.
Otra forma de definir la cultura
es asumirla como un complejo conjunto de conocimientos, creencias, artes,
leyes, principios morales, costumbres, habilidades y hábitos adquiridos por el
hombre en su interacción social, y que lo define y clasifica como miembro de
una determinada sociedad. El compartir una cultura transmite un sentimiento de
pertenencia a un grupo social, y modela muchos rasgos de la propia
personalidad.
La cultura se comunica mediante diversos
tipos de actividades culturales, tales como: el baile, la música, la literatura,
la interacción personal, las rutinas cotidianas, el comportamiento, etc. Todos
ellos constituyen el marco cultural que identifica a una sociedad o grupo
humano. Pero a pesar de revestir deferentes formas, todas ellas tienen un
denominador común: comunican un mensaje, es decir, son forma de comunicación.
Así pues, si a través de la
comunicación logramos transmitir y compartir conocimientos, valores, paradigmas
modos de comportamiento, etc., resulta evidente que la construcción del marco
cultural de una organización pasa por la comunicación adecuada de los
estándares que determinarán el mismo. La comunicación de esos estándares es una
función de los directivos, pero la construcción, transmisión, y enriquecimiento
futuro de la cultura organizacional, es una tarea del grupo social que la
constituye.
Dicho de otro modo, el compartir
una cultura determina la formación e internalización de un fuerte sentimiento
de pertenencia que devendrá en un compromiso con las metas y propósitos del
colectivo, proceso en el cual la comunicación juega un papel determinante. No
es posible compartir una cultura si no se no comunican los estándares que han
de caracterizar la misma, y los asumimos como propios.
Los estándares de la cultura
organizacional, se comunican por diversas vías: el ejemplo, las tradiciones,
los ritos, las creencias, las prioridades, los procedimientos y las
experiencias y vivencias personales de cada uno de sus miembros. La cultura considerada
de esta manera, identifica una realidad construida, que es válida por los
miembros de la organización que la comparten y la asumen como propia; y en cuya
formación, tiene una medular importancia mantener un continuo intercambio de
comunicación de las ideas, valores y reglas que conforman la identidad del
grupo.
En realidad cultural de la organización,
sus miembros afrontan un proceso de aprendizaje e incorporación de estándares,
que genera un cierto nivel de incertidumbre, que solo una comunicación adecuada
puede reducir. Los estudios realizados por Berger and Calabrese (1975)
concluyeron que existen tres tipos de estrategias para reducir esta
incertidumbre: pasiva, activa e interactiva.
La estrategia pasiva se pone en
marcha cuando el individuo decide buscar información mediante la observación.
La estrategia activa supone que el individuo pregunte a otros miembros del grupo
como debe comportarse para ser asimilado como integrante del mismo. Y
finalmente, y la estrategia interactiva es cuando el sujeto le pregunta
justamente a aquella persona que determina dichos estándares, debido a su
posición en la organización. Dado que
esta última estrategia resulta ser la más efectiva, los directivos no deben
esperar a que los miembros de la organización intuyan la cultura o la asimilen
por un proceso de prueba y error, sino por el contrario, deben prever la manera
y los medios que utilizarán para dar a conocer los valores y paradigmas que
deben caracterizar la cultura de la organización.
De la efectividad de este proceso
de comunicación depende la percepción del sentimiento de pertenencia que deben
propiciar el surgimiento y la consolidación del compromiso con las metas y propósitos
de la organización. Los directivos deben ser capaces de aprovechar los efectos
sociales de la comunicación para dar sentido al contexto organizacional y conformar
el marco cultural de esta realidad construida; tomando en consideración que los
miembros de la organización interactúan en diferentes realidad culturales que
coexisten, sin excluirse mutuamente: familia, país, comunidades religiosas, etc.
Los directivos deben tener muy
presente que, es preciso mantener un proceso de comunicación permanente con sus
empleados para actualizar sistemáticamente el marco cultural de la organización
dado los cambios que puedan producirse en el entorno tecnológico y económico en
que se inserta la misma. Dicho proceso de comunicación debe contribuir a la
reducción de la incertidumbre, mediante la información, la capacitación, la
actualización tecnológica y el enriquecimiento y consistencia del marco
cultural de la organización.
Aprovechar los efectos culturales de la
comunicación
a favor de los intereses y metas de la organización tiene que ser una de las
competencias esenciales que deben incorporar los directivos de éxito.